Para algunos, la juventud es la primavera de la vida en la que nuestros
senderos se cubren de flores que emanan el perfume, lozanía y belleza que son
características de esa etapa de la vida.
Pero, para otros la juventud no tan solo es pletórica de belleza, fuerza y
dinamismo; está también llena de problemas, peligros y frustraciones. Teniendo
en cuenta esta verdad, Salomón, el escritor sagrado, sabiamente advierte: "Acuérdate
de tu Creador en los días de tu juventud...¨
Jesucristo redime las energías
físicas de la
juventud.
El joven se siente fuerte, dinámico, e independiente, y es ahí que bien puede
acontecer que en vez de aprovechar su energía, y su juventud, venga a perderla
o desperdiciarla.
Ninguno puede negar las exuberancias físicas con que está dotado el joven,
tanto que, muchas veces, no sabe lo que debe hacer con ellas. Energía, que bien
encaminada, sería una bendición para la sociedad y para sí mismo. Pero
desgraciadamente, ha sido tan mal utilizada por muchos jóvenes en
nuestros días. ¡Cuánta fuerza desperdiciada! ¡Qué tristeza! Jóvenes
desperdiciando sus energías físicas en el camino del mal y del pecado. ¿Cuántas
vidas jóvenes terminan prematuramente por el mal ejercicio en la administración
del cuerpo? Jesucristo quiere dar a todo joven un objetivo noble, elevado y
sublime para sus energías físicas. ¡Acuérdate de Jesucristo!, amado joven.
Jesucristo redime las posibilidades
intelectuales de la juventud.
Muchos jóvenes viven en un mundo de ideas; son amantes de nuevas ideas;
procuran ideas positivas. Pero, a veces quedan como barcos a la deriva. En esta
situación de inestabilidad, al joven que no tiene un punto de apoyo, que no
encuentra ningún fundamento sólido, le es muy fácil caer en el camino del
pecado. Vemos con tristeza como los valores intelectuales de la juventud se ven
comprometidos en la defensa del materialismo, vicios y desvíos morales. Y así,
se van perdiendo estos valores. Sin embargo, Jesucristo quiere y puede redimir
sus posibilidades intelectuales. Cree y acepta a Jesucristo y después toda tu
capacidad te será aumentada. Jamás te sentirás avergonzado de haber tomado esa
decisión.
Jesucristo redime las reservas morales
de la juventud.
La juventud es la edad de las pasiones violentas. Vemos como nuestra naturaleza
moral se extravía en diversas pasiones. En ese extravío de deseos insaciables,
de pasiones desmedidas, corremos el riesgo de comprometer seriamente nuestro
futuro, truncando nuestras brillantes aspiraciones y posibilidades. En esta
situación necesitamos de un poder superior, que controle nuestras flaquezas y
pasiones para un fin útil y elevado. Pensemos en Jesús. ¡Qué joven
extraordinario era Jesús! Su personalidad, su carácter intachable, su vida
juvenil, sin compromiso con el pecado, de tal manera que podía desafiar: "¿Quién
de vosotros me redarguye de pecado?" (Juan 8:46 )
Jesús debería constituir el modelo de la vida moral de todo joven. Él quiere
salvar a la juventud para las actividades de Su Reino eterno. ¡Qué feliz es uno
al conocer a Jesús aun desde tierna edad y servirle en la juventud entregándose
en sus manos! ¡Qué felices se sienten aquellos jóvenes que entregan sus
vidas a Jesucristo y tienen redimida toda su exhuberancia física, todo su
potencial intelectual, dando a su vida moral un sentido puro. Tienen a Jesús
como el Señor de sus vidas, el mejor modelo. Cuando el esplendor de la juventud
decaiga, no se apagarán las luces de sus ideales elevados, conocimiento y
sabiduría. Cuando "vengan los días malos", se sentirán
siempre rejuvenecidos, vigorosos y firmes sobre sus pies. Con razón decía
Isaías: "Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes
flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas como las águilas, correrán, y no se cansarán; caminarán y no se
fatigarán." (Isaías 40: 30-31).
Joven amigo, ¿quieres que tus energías físicas, tus posibilidades
intelectuales, tus reservas morales sean redimidas por Jesucristo? Son muchos
los jóvenes que medio de oír la Palabra, creer, arrepentirse y bautizarse han
aceptado vivir libres de las consecuencias del pecado. ¡Tú puedes hacer lo
mismo! "El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que
no creyere, será condenado." (Marcos 16:16).