La palabra de Dios nos enseña que cuando los
discípulos del Señor Jesús iban en la barca a la tierra de Gadara, se levantó
una gran tormenta, y era tan fuerte que ellos pensaban que allí iba a morir.
Sin embargo, el Señor Jesús calmó aquella poderosa
tormenta, y les dijo: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”.
Ellos estaban llenos de temor y su fe estaba en el más bajo nivel; sin embargo,
allí estaba Jesús, y eso es lo más importante. El poder de Dios siempre será
más fuerte que todo problema.
No podemos ignorar las maquinaciones del enemigo,
las tinieblas procuran estorbar el avance de los propósitos del Señor. Nos dice
la Escritura en el libro de los hechos 4:1-4 que “Hablando ellos al pueblo,
vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los
saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la
resurrección de entre los muertos.
Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel
hasta el día siguiente, porque ya era tarde. Pero muchos de los que habían oído
la palabra, creyeron; y eran como cinco mil en número, los varones que
obedecieron al llamado de Dios”.
Como nos enseña el contexto de este pasaje bíblico,
los apóstoles Pedro y Juan habían sido usados por Dios para sanar a un hombre
cojo de nacimiento que sentaban a mendigar en la puerta la Hermosa, a la
entrada del templo en la ciudad de Jerusalén. Aquel milagro fue usado por Dios
para cautivar la atención de todas las personas allí, y en aquel momento Pedro
predicó.
La palabra de Dios nos enseña en el versículo
cuatro que aproximadamente cinco mil (5.000) varones creyeron, es probable
entonces que, quince o veinte mil personas en total (incluyendo mujeres y
niños) hayan creído en el mensaje del evangelio. Esto fue una gran victoria y
conquista para el avance del reino de Dios.
De manera casi que simultánea, nos dice la Biblia
que los sacerdotes, el jefe de la guardia y los saduceos resentidos (enojo
mezclado con celos o envidia) por aquella enseñanza, capturaron a Pedro y a
Juan, y los llevaron a la cárcel donde los tuvieron hasta el día siguiente para
juzgarlos.
Por supuesto, detrás de aquellos sacerdotes y
fariseos, estaba la inspiración del reino de las tinieblas, el cual utiliza
diferentes personas y motivos para estorbar o impedir la extensión del reino de
nuestro Dios.
Como podemos ver, el diablo utilizó el
resentimiento o enojo que había en sus corazones, por eso nos dice la
Escritura: “resentidos de que enseñasen al pueblo”. Ellos no querían que
hubiese otros líderes, otros maestros, no querían perder el poder religioso que
en aquel tiempo tenían. Ellos no querían que el Señor Jesús reinara, eso era
para ellos la pérdida de su gobierno, poder e influencia.
La palabra de Dios nos enseña claramente que un
corazón sano es fundamental para entender los propósitos del Señor; pues cuando
la persona tiene resentimientos, odios, heridas, envidias, complejos, y muchas
otras cosas, el enemigo puede operar desde allí, y lamentablemente, podemos
nosotros mismos llegar a ser obstáculos para la obra del Señor, y así lo hizo
el diablo con los saduceos y sacerdotes.
Como vemos, el Señor finalmente le dio la victoria
a Pedro y a Juan, apóstoles que siguieron predicando el evangelio del Señor
Jesús, y “Con gran poder los apóstoles daban testimonio del Señor Jesús” nos
dice el libro de los Hechos 4:33. Por eso, no importa la oposición de las
tinieblas, el poder de Dios en todo tiempo prevalecerá.
Debemos tener en cuenta, que los apóstoles, Pedro y
Juan, estaban sirviendo a Dios, ellos predicaban el mensaje del Señor y por
eso, él estaba comprometido con ellos y no los desamparó. Fuerte era la
oposición y los obstáculos eran grandes, pero, el poder de Dios siempre estará
de nuestro lado.
La verdad es que al reflexionar sobre
nuestra vida, podemos ver de manera palpable las bendiciones de Dios, y
podemos considerar muchas ocasiones en las que él nos ha librado de la muerte,
él ha sido nuestro fiel protector y proveedor, nunca ha faltado su cuidado y
provisión. Nuestra vida es una evidencia del poder de Dios.
Sin embargo, ante las adversidades
del camino de la fe, con cierta frecuencia el desánimo viene, y procura
estorbar o detener nuestro caminar. El propósito del enemigo de nuestras almas
es precisamente detener el avance del hijo de Dios, pero la palabra del Señor
nos dice de modo claro y contundente que en Cristo Jesús somos más que
vencedores.
Debemos mantener siempre presente
esta verdad: Es Dios mismo quien nos defiende. Nos dice la palabra de Dios en
el Libro de Deuteronomio 20:3-4 “Y les dirá: Oye, Israel, vosotros os juntáis
hoy en batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no temáis,
no os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos; porque el Señor
vuestro Dios marcha con vosotros, para pelear contra vuestros enemigos, y para
daros salvación”.
Es importante, recordar aquí que el
Libro de Deuteronomio enseña las instrucciones de Dios para el pueblo de Israel
antes de entrar en la tierra que él les prometió. El pueblo del Señor debía ser
consciente no sólo de los enemigos y obstáculos que allí enfrentarían, sino del
poder de Dios y de su protección en toda circunstancia, de tal modo que sus
enemigos no iban a prevalecer contra ellos.
Sin duda alguna, los obstáculos y
adversidades en aquella conquista serían parte del camino, el pueblo hebreo
enfrentaría ciudades amuralladas, fortalezas y pueblos de gigantes y ejércitos
diestros en la guerra; pero, su arma más valiosa y poderosa, era la presencia
misma del Señor con ellos, el poder de Dios es el que hace la diferencia.
Por la naturaleza misma de los
pueblos cananeos, los hebreos debían ser conscientes de que ellos estarían ante
recias batallas, fuertes enemigos y el transcurrir del tiempo en esa conquista
podría producir agotamiento, desgaste, y aun desánimo; es por eso que el Señor,
desde el principio les hace énfasis en no detenerse ante el tamaño y poder del
enemigo, sino que debían perseverar con fe en la grandeza y poder de Dios.
Precisamente por eso, es que leemos
en la porción bíblica de hoy: “no desmaye vuestro corazón, no temáis, ni
tampoco os desalentéis delante de ellos”. El pueblo hebreo debía hacer su parte
(luchar y perseverar), y el Señor haría la suya, el poder de Dios iba con ellos
para pelear contra sus enemigos y para superar todas las adversidades y
dificultades del proceso.
Y si duda alguna, la poderosa
expresión: “Jehová peleará por vosotros”, es una frase que está conformada por
palabras que nos recuerdan que es él quien nos defiende; es él quien se ocupa
de nuestros enemigos. Nosotros debemos ocuparnos de seguir sus mandamientos e
instrucciones. Ocúpate del Señor, y él se ocupará de tus enemigos, adora al
Señor y confía en él, de esta manera el poder de Dios se moverá a tu
favor.
Las últimas palabras del pasaje de
hoy: “para daros salvación”, hacen referencia a cómo el poder de Dios se manifestaría
para librarlos del enemigo de aquel momento. Pero, podemos también ver en estas
palabras una imagen de nuestro bendito Salvador: Jesucristo, nuestro Señor,
Aquel que dio su vida en la cruz para salvarnos de la condenación eterna y
liberarnos del poder del pecado y de la muerte. El poder de Dios es
maravilloso, y podemos confiar plenamente en él.
A lo largo de la Biblia, se nos
enseña como el poder de Dios es evidente en todos los aspectos y sentidos de la
vida. Por ejemplo, la creación es una muestra del poder de Dios, pero, también
podemos verlo en las cosas pequeñas como el micro universo y toda su creación;
así como en los pequeños detalles de la vida diaria.
“Los cielos cuentan la gloria de
Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”, Salmo 19:1.